“Oigan chamos, voy a disfrazarme este carnaval”, les dije muy oronda a mis amigos. “¿Qué, qué?” me preguntó la gata Venus, que a pesar de que yo sé que me quiere, es un poco celosa, pues yo soy una perrita catirita, tipo modelo, gracias al hambre que pasamos aquí en los alrededores del hospital y que es bastante. Pero que caray, yo soy feliz y le veo el lado positivo al asunto.
“Pues sí, mis panas”, les reafirmé. “Porque ustedes saben que aquí hay muchos niños enfermitos, algunos muy graves. Segura estoy de que si yo me disfrazo y llego a la sala de pediatría, donde ellos están, se van a sentir muy felices de que yo los consuele, los abrace, juegue con ellos y les demuestre lo mucho que los perros amamos a los niños”.
“No saben”, les dije alzando la voz y mirando directamente a Rayo, para que leyera mis labios, pues ya está un poco sordo. “Mi primo Sale Sale del Valle, que vive en el Mercado de Conejeros, me comenta que los extranjeros dicen que en sus países, nos emplean como parte fundamental en los programas de salud para la recuperación de los niños, inclusive en casos de enfermedades muy delicadas o de discapacidades que les impiden disfrutar la alegría de la vida. Con nuestra ayuda, estos pequeños pacientes progresan mucho y los resultados son sorprendentes. Dice él, que los estudios de algunas universidades prestigiosas demuestran que esto se debe a que la capacidad de amar de los perros es infinita y a que nuestra energía se conecta muy bien con la mente y el corazón de los niños”.
“No seas presumida”, me dijo Firulai. No me digas que te crees mágica. Yo le contesté muy segura, Me creo, no. Todos nosotros somos mágicos. Leemos la mente, somos sensitivos y sabemos predecir y amar más que nadie.
¿Ajá, y cómo vas a conseguir el disfraz? No te preocupes, Homero, sé que eres el más planificador del grupo, pero yo ya lo tengo todo bien organizado. Te cuento que Sobeida la enfermera, es muy tierna conmigo y sé donde guarda su uniforme. Eso, y unas alas, y ya estaré disfrazada de ángel. ¿Boba, y de dónde vas a sacar las alas? Ja, ja, ja, un ángel sin alas. Siempre te burlas de mí, ya te dije que tengo todo listo. Con unos cartones blancos que vi en la puerta de la farmacia voy a hacerme unas alas y ya.
Vale, la misión es buena, nos comprometemos a colaborarte… Todos para uno y uno para todos”, dijeron mis amigos. “Vamos a dormir y mañana nos pondremos en acción.
Esa noche soñé con ángeles hermosos y sonrientes niños, muchos abrazos, saltos y lamidos de felicidad. Pero lo más extraño era que me sentía flotar entre nubes. Era una sensación muy agradable, pero estaba un poco mareada y pensé: “Mañana voy a tratar de buscar algo de comer, creo que estoy un poco débil”. De repente, me sorprendió la presencia de un señor muy guapo, de barba y ojos muy azules, los más hermosos que yo había visto, que dulcemente me decía: Mitzi, no te preocupes, estás en el cielo, ahora eres un verdadero ángel y la próxima vez que regreses a la tierra serás una perrita destinada a programas de ayuda para los niños. Gracias a ti, muchos de ellos se van a recuperar. Lo lamento, tuvimos que hacerlo así y traerte al cielo porque no estabas en el sitio donde podían apreciar todo lo que vales y lo mucho que los podías ayudar”.
¿Qué dice usted, señor?, le pregunté con voz trémula. ¿Dónde estoy? Él, abrazándome muy tiernamente me pidió que me asomara por un huequito del cielo. Mira hacia la tierra. Allá, en la puerta del hospital me dijo, están todos tus amigos llorando mucho, porque esta mañana te encontraron dormida para siempre, disfrazada de ángel.
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